ANDRÉS NÚÑEZ DE PRADO. UN VANGUARDISTA DEL ACEITE DE BAENA

Hace ahora 15 años fallecía en Baena, tras una larga enfermedad, el empresario Andrés Núñez de Prado, uno de los cuatro hermanos que emprendieron el proyecto de impulsar la almazara familiar y llevar el aceite virgen extra de Baena a los cinco continentes. Ingeniero técnico agrícola, Andrés era el director técnico de las fincas de olivos y de la almazara. El funeral, que tuvo lugar tal día como hoy de hace 15 años, se celebró en la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe. Un millar de personas tributaron el último homenaje a uno de los grandes impulsores del aceite de Baena. En aquellos años, la almazara Núñez de Prado se convirtió en una de las más conocidas en el mundo. Unas 20.000 personas visitaban cada año sus instalaciones y por sus históricas paredes pasaron la ministra de Agricultura, Loyola de Palacio, y el comisario de agricultura de la Unión Europea, Franz Fischler, además de gran número de diplomáticos europeos.

COMENTARIO: F. EXPÓSITO

Andres Nuñez de Prado

RELATO. EL VIEJO DE LA CALLE CÓRDOBA, de Rodríguez Alcaide (*)

La alegría se insinuaba en mí e iba extendiéndose de modo imperceptible. De repente la aparición de mi pueblo entre el mar de olivos, aún distante en la densa calima del mediodía, violando sin preaviso la paz de los olivares, solo alterada por el vuelo de algunos gorriones que surgían del arroyo. Dejar las curvas de los meandros del Marbella y ver la blancura de sus casas era como interludio de una verde realidad. Casas blancas, unas encima de otras, sin ahogarlas, varadas en seco en la ensenada de olivos. Dejar el olivar y entrar en el pueblo por el puentecillo era romper la costra del tiempo; del tiempo de verano en Obejo, a cuyo lugar yo había ido a pasar parte del estío con mi abuela materna.

Había un viejo, sentado en la puerta de su casa, calada su gorrilla, como escudo de sus pensamientos. Más viejo, mucho más que mi abuela, me atrajo el espectro de las generaciones que había entre el viejo, mi abuela, mi padre y yo, rechazando el esquema de los muertos. Yo presentí, al ver al viejo sentado, una esencia que fue muy viril y una gracia redentora que había dejado en Obejo, junto a mi abuela.

Baena, al volver de Obejo, era un lugar de vida; era como un sueño sin ancestral amenaza, de generosa vitalidad. Había como una omnisciencia mítica en San Francisco o una alianza con los dioses en la Almedina y me preguntaba: ¿dónde está el secreto de su prosperidad?

Volvía de Obejo para reclamar mi lugar en calle Llana y plaza vieja y al subir por la empinada calle desde el puentecillo ves sentado al viejo glorificado y esclavo de su vejez. Me había dejado golpear por los brazos de los olivos desde Espejo y ahora me atraía la serenidad del viejo apostado y somnoliento en el umbral de su blanca casa. No había sombra de ira en su rostro, ni resentimiento por un pasado fracaso; en su faz solo había paz.

En silencio le observé con lentitud reposar su mentón sobre su pecho y vi que se me agrandaba su personalidad. Estaba sereno y acostumbrado al seco calor de agosto; no tenía la vacía mirada del aburrimiento sino hipnotizado por el sol que destelleaba en el empedrado de la calle. Hablaba consigo mismo, como en susurros, con la esperanza de que Dios le reclamará su propia existencia. No me pareció que ese viejo estuviera vacío sino repleto de experiencia. Había sido jornalero, segador, albañil y hasta carpintero. Llegó a heredar una huerta en la madurez de su vida y a ella dedicó su fortaleza. Ahora, sentado a la puerta de su casa, no sabe qué hacer como no sabría que hacer en su silla un inválido. Era como mensajero de una vieja corriente. Al pasarlo, le dije: ¡buenos días José! Su felicidad era evidente, pues me contestó: ¡Ve con Dios, Pepito Javier!

(*) José Javier Rodríguez Alcaide es catedrático emérito de la Universidad de Córdoba e Hijo Predilecto de Baena.

La imagen corresponde a una vista posterior de la iglesia de San Francisco de Baena.

Iglesia de S Francisco

EL INTERIOR DE LA CUEVA DEL YESO DE BAENA

Uno de los valores turísticos más importantes de Baena permanece oculto bajo la tierra, junto al río Guadajoz. Su acceso no resulta fácil y su interior ha estado marcado desde hace décadas por el misterio de lo que esconde. La cueva del Yeso de Baena es uno de los grandes tesoros de la localidad por su riqueza y valor geológico. En la actualidad, es la cuarta de mayores dimensiones en su categoría y la primera en la provincia. Es la única cavidad existente en el valle del Guadalquivir y la única de origen hídrico de Córdoba. Además, conserva una de las mayores colonias de murciélagos de la provincia, además de algunas especies animales que sólo se han localizado en esta cavidad.

En el siguiente vídeo de Baenacultura podemos descubrir la importancia de la cueva del Yeso de Baena, sus valores geológicos, el atractivo que presenta o las posibilidades de su reapertura a los visitantes, de la mano de su principal investigador, José Antonio Mora:

http://www.baenacultura.es/index.php/multimedia/galeria-de-videos/34-cueva-del-yeso

Podemos conocer más sobre la cueva del Yeso de Baena en los siguientes enlaces:

http://www.diariocordoba.com/noticias/cordobalocal/cuatro-cuevas-conservan-mayor-poblacion-de-murcielagos_292922.html

http://www.baenacultura.es/index.php/patrimonio/baenaturaleza/cueva-del-yeso

http://www.diariocordoba.com/noticias/cordobaprovincia/el-ayuntamiento-compra-por-150-000-euros-terreno-de-cueva-del-yeso_532863.html

Interior cueva del yeso

TALLER DE ESCRITURA EN CÓRDOBA

La profesora Guadalupe Esquinas pondrá en marcha el próximo lunes un taller para lanzarte en la escritura. Bajo el sugerente título De pulgas en un tachón, los participantes escribirán desde el primer día aprovechando los distintos géneros literarios. Y vale para todos, para el que escribió y para el que dice que nunca ha escrito. No hay pautas sino múltiples variantes según las prioridades y necesidades de los participantes. Hay búsqueda de lo que reconocemos como incorrecto o imperfecto o demasiado atrevido. Hay fascinación por un código que rige muchas reglas para conocerlas y hacerlas bellas mediante la burla que le hagamos desde nuestra única y propia transmisión.
Quienes deseen inscribirse a este taller deben darse un poco de prisa, pues comenzará el próximo lunes, 24 de junio en Córdoba. Si estáis interesados podéis llamar al móvil 699 828 825 o mandar un correo electrónico a guadalesga@gmail.com. El taller se celebrará lunes, martes y jueves, de 18.00 a 19.30 horas en El Arsenal (Polígono de Chinales), durante un mes. El donativo para participar es de 30 euros.

Cita literaria

EL TREN DE BAENA. EL DÍA DE SU INAUGURACIÓN, por F. EXPÓSITO

El calor del verano se dejaba sentir, pero mayor era el ánimo de los baenenses que, tras muchos años, serían protagonistas al recibir el primer tren que llegaba a Baena. Era un 10 de julio de 1918. El trasiego durante todo el día se extendió por la ciudad. A las cuatro de la tarde, el Llano de Guadalupe presentaba gran movimiento de coches y automóviles. Por allí estaban el arcipreste y el cura de Santa María, que bendecirían la máquina. Representantes de las familias acomodadas se desplazaron a la nueva estación, un poco lejana al sentir de la mayoría de baenenses. Representantes de las familias de los Prado, Bujalance, Bermúdez o Núñez no quisieron faltar. El júbilo se extendió entre los presentes. La locomotora venía ampliamente adornada con banderas nacionales. “El entusiasmo llegó a su mayor grado, al sentirse los acordes de la marcha real que anunciaba la llegada por vez primera de un tren de viajeros, presentándose la gallarda y majestuosa locomotora cubierta de flores y banderas nacionales. ¡Un viva a Baena! Fue la explosión de los sentimientos de la multitud”, contaba F. Roldán en un periódico de la época. 

Entre los primeros viajeros se encontraban jóvenes de la localidad, “abogados, médicos, bachilleres, que habían ido de heraldos a traernos el tren engalanado”, decía otro diario provincial. El arcipreste de la localidad, Manuel Rodríguez Pérez, procedió a la bendición de la vía férrea. Para celebrar la feliz efemérides, la compañía ferroviaria obsequió a todos los presentes a un “buen refresco” en los almacenes del muelle.

En la memoria de algunos baenenses permanece aún el recuerdo del viejo trenillo que se convertiría en fuente de anécdotas durante décadas y que cuando se puso en marcha fue considerado como una señal de que la modernidad y el desarrollo se implantaban en la localidad. Valverde y Perales recogía en su ‘Historia de la Villa de Baena’ la fecha del 22 de enero de 1892 como uno de los acontecimientos más importantes de la localidad. Fue entonces cuando se puso en servicio la estación de Luque-Baena, correspondiente al ferrocarril de Puente Genil-Linares, aunque el emplazamiento definitivo en las cercanías de la localidad tardaría aún años en inaugurarse, a pesar de las demandas de la población que, incluso, dieron lugar a la creación de un periódico llamado ‘El Ferrocarril’ en 1913.

En la imagen, la antigua estación de tren de Baena.

Estacion de Baena

EL TREN DE BAENA, RECUERDOS DE JUAN TORRICO LOMEÑA

Juan Torrico Lomeña escribirá en el número de abril de 1985 de la revista ‘Nueva era’ un artículo titulado ‘El trenillo de Baena’, en el que el cofrade ejemplar recordará sus vivencias y a las personas que formaban parte de la historia del ferrocarril de la localidad. Torrico Lomeña habla de que los factores económicos y de un corrimiento de tierras para declarar su clausura definitiva. El artículo se inicia con la justificación del nombre, ‘el trenillo de Baena’: “El trenillo, así era familiarmente llamado el tren que hacía el servicio de la Estación de Luque a la de Baena, por el reducido número de sus unidades, la siempre reluciente máquina de vapor, uno o dos vagones de jardinera para viajeros, y el furgón. Era un tren de película propia del Oeste, o de ambiente romántico, en el que los chiquillos vivíamos verdaderas aventuras entre los olivares de las Nieves y las Mercedes, y de jóvenes, soñadores de viajes”. 

Torrico cuenta que cuando llegaba la feria eran los momentos de mayor actividad del trenillo: “Los días próximos a la Feria, era un especial atractivo ir a la Estación, para ver la llegada de los carromatos del circo y de los diferentes cacharros, coches locos, norias, caballitos, carrusel y columpios. Ir a la Estación siempre era algo de aventura, y se procuraba llevar merendilla, para tomársela furtivamente, metidos en un coche de mercancías, o sentados en el andén, viendo como cargaban la máquina de agua, o limpiaban sus metales relucientes, o la faena de maniobra, para enganchar vagones cargados de Harina de la Fábrica de José Mª Onieva Ruiz, aceite de Prado y Núñez, paja de mi abuelo Juan Lomeña Guzmán, o de abonos, garbanzos y cebada de Manuel Pérez Muñoz”.

El cofrade ejemplar recuerda también que fue utilizado para rodar una escena de una película: “En los años cuarenta, fue utilizado para realizar una escena de la película ‘La boda de Quinita Flores’, interpretada por la bella Lina Yegros y el apuesto galán Rafael Durán. Los intérpretes bajaban por la ventanilla, la maleta, el maletín y la sombrera, y se marchaban en coche de caballos al Hotel los Rosales de Priego, donde se desarrollaba la película”.
Asimismo, recuerda el día que se estrelló la máquina contra los topes al final de la vía, “quedando empotrada en la falda del cerro de la carbonilla, no quedando chiquillo sin verla”.

Juan Torrico describirá cómo era la Estación de Baena: “La Estación tenía un bonito trazado, con la tradicional campana en la pared, y los aparatos transmisores propios de la época, que nos llamaba mucho la atención, como el aparato expendedor de billetes; la Estación y su vida, tenía algo de misterioso para la fantasía de los niños, y mucho de positivo para la vida comercial del pueblo. El hecho de haber sido un ramal, de la línea Linares-Puente Genil, y un corrimiento de tierras, hicieron que fuese clausurada, y después desmantelada”.

Torrico Lomeña se acordará de las personas vinculadas con el trenillo: “Los empleados de Renfe de servicio en la Estación, eran personas muy conocidas y respetadas, recuerdo el aire bonachón de D. Reinaldo Bolaños, que fue Jefe de Estación muchos años, D. Ángel Cabrera, el Jefe de tren, todo amabilidad y corrección, a Bustos, el sonriente Factor, y a Manuel Domínguez, el paciente y laborioso guarda abujas, que dio su vida de trabajo en la Estación de Baena, y una familia plena al servicio de la Renfe, habiendo sido su hijo Bernardo el último Jefe de Estación. Recuerdo igualmente a tres baenenses que también fueron parte integrante de la vida de la Estación Rafael Algazara, con su carro de mulos, que para sacar las ruedas de aquellos profundos baches tenía que usar tanto del látigo que fustigaba los lomos e ijares de los mulos, como de su especial vocabulario revuelto de fuertes jipios y lamentos, y cariñosas palmadas en las nalgas, para poder salir de aquellos barrizales, que hacían sudar a las caballerías. Rafael Santiago, el consignatario, también fue otro luchador con méritos para figurar en la lista de honor, y no podemos olvidarnos de Fernando Leva, el encargado de Prado y Núñez, que facturó miles de vagones del mejor aceite de oliva, y los recibía de azúcar morena y arroz, siendo conocedor de los artilugios del oficio y de las ordenanzas y reglamentos de la Renfe. Para ellos nuestro respetuoso recuerdo y amistad, como para la familia del Castillo, igualmente vinculada a la vida de la Estación. Y Gabino Rubia, con su diligencia de viajeros a la Estación de Luque”.

Nos encontramos ante un valioso testimonio para conocer cómo era el tren que unía Baena con Luque, donde ahora se encuentra la vía verde inaugurada durante el último mandato como alcalde de Luis Moreno. Este texto describe como ninguno aquellos recuerdos de miles de baenenses durante la posguerra.

Selección y comentario: F. EXPÓSITO.
Nota: La foto corresponde a un retrato de Juan Torrico realizado por María José Iriondo y que se encuentra en la sala de investigadores del Archivo Municipal de Baena.

Juan Torrico

LAS LEYENDAS DE VALVERDE Y PERALES LLEGAN AL TEATRO

Hace 113 años, Francisco Valverde y Perales escribió un libro en verso que recogía leyendas de Toledo, Córdoba y Granada. La publicación, que se volvió a reeditar en 1973, incluía varias historias que discurrían en Baena. El viernes 14 y el sábado 15, el Aula de Teatro de Baena, con la colaboración del Centro de Documentación Juan Alfonso de Baena, representará en el escenario del Teatro Liceo tres de estas historias cuyo nexo es la localidad que vio nacer al insigne historiador baenense.

Ésta será la primera vez que se ponen en escena tres leyendas de Valverde y Perales, coincidiendo con el centenario de su fallecimiento. El precio de la entrada anticipada es 4 euros (5 en taquilla).

Francisco Expósito.

Leyendas y tradiciones

PRESENTACIÓN DE LA REVISTA ITUCI

Este viernes, 14 de junio, se presentará el número 3 de la revista ‘Ituci’, editada por el IES Luis Carrillo de Sotomayor con el apoyo del Ayuntamiento de Baena. Dirigida por José Juan Rafael Penco y Luis Miguel Serrano López, el acto tendrá lugar a las 12.00 horas en el instituto de Baena. La publicación, que ya se ha consolidado como una de las más destacadas de las que se publican en la provincia de Córdoba, cuenta con un amplio y diverso contenido temático en el que se abordan aspectos históricos, arqueológicos, sociales o culturales de Baena y su comarca.

A continuación publicamos los contenidos de este tercer número, que se inicia con las palabras de presentación de Antonio García y María Jesús Serrano y continúan con una introducción de Juan Manuel León de Toro. Los trabajos de investigación que presenta la revista son los siguientes:

-Selección de monedas halladas en el santuario y la puerta oriental de Torreparedones (Baena), de María Jesús Pérez Tovar.

-La función de la escultura en una ciudad romana: el ejemplo de Torreparedones, de Carlos Márquez Moreno.

-El cerro del Minguillar y la antigua ciudad de Iponoba (Baena), de José Antonio Morena López.

-Una fuente inagotable para el estudio del neolítico y del calcolítico. La cueva de los Muros de Luque, de Francisco Manuel León Cruz.

-La torre de la Plaza de Doña Mencía y la frontera del reino de Granada durante la edad media, de Ángel Rodríguez Aguilera.

-Zuheros: los pozos de las Nieves, de Francisco Priego Arrebola.

-Los orígenes del caciquismo en Luque (Córdoba). El poder político: perpetuación y conflicto, de Luis Miguel Serrano López.

-Miguel Colodrero de Villalobos: un baenense epígono de Góngora y familiar del Santo Oficio, de Jesús Luis Serrano Reyes.

-Apuntes históricos del ‘Trenillo de Baena’. De línea ferroviaria a ramal ferroviario, de ramal ferroviario a vía verde, de Pablo Luque Valle.

-Vázquez Ocaña: el primer gran biógrafo de García Lorca, de Francisco Expósito Extremera.

-Arqueología y restauración en el castillo de Baena, de José Manuel López Osorio y Javier Ariza Rodríguez.

La imagen de la portada corresponde a un dupondio de oro del emperador Claudio encontrado en Torreparedones.

Itvci

LA ERMITA DE LOS ÁNGELES

La ermita de los Ángeles se encuentra a unos cinco kilómetros de Baena, junto a un peñasco situado cerca del arroyo Marbella y de la antigua Iponuba. El poeta baenense Miguel Colodrero Villalobos 

(http://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_Colodrero_de_Villalobos)

compuso el siguiente soneto, que ilustramos con una fotografía reciente. Este poema se puede leer en el interior de la ermita. Se titula: 

“A un peñasco en cuyo costado está labrada de piedra

Nuestra Señora con su Hijo en los brazos”

Un risco, a cuyo pie besa Marbella
con diáfano humor corriente y frío
tan poco vano, tan humilde río
que besa el pie de quien sus labios huella.
¡Gigante peñascoso se descuella
y con bruto y soberbio señorío
registra cuanto incluye el valle humbrío
que un poderoso todo lo atropella!
Acia el costado de esta cumbre dura,
en brazos de su madre, está labrado
el sol, a cuyos rayos todo medra.
Atiende, o pasajero, a su estrechura
que aunque de peña bronca está formado
tiene gran propiedad, que Cristo es piedra.

En el siguiente enlace podemos acceder a su libro “Varias rimas”:

http://books.google.es/books?id=swGki3guVBoC&pg=PR4&lpg=PR4&dq=miguel+colodrero+de+villalobos&source=bl&ots=hcqim6i3Qj&sig=rsVw6OZWeJvj7yeROYlf-OQ3L8E&hl=es&sa=X&ei=6Aa3Ud2iG8XRhAeazoDgDA&ved=0CHwQ6AEwDw

También podemos conocer más de Colodrero Villalobos a través del portal del Centro de Documentación Juan Alfonso de Baena:

http://www.juanalfonsodebaena.org/baena/personajes/miguel-colodrero-villalobos

Ermita Los Angeles

«VENCEJOS EN SAN BARTOLOME»

RELATO de Rodríguez Alcaide (*)

Durante aquellas largas tardes-noche de verano, repleto de inanición, me acercaba a San Bartolomé a mirar la vertiginosa evolución de los vencejos en el cielo. Observaba a los vencejos perseguirse con gritos salvajes allá arriba en las alturas revoloteando alrededor de la torre de la Iglesia. En los días de tormenta seca del verano bajaban a la altura de los tejados de las casa y desfilaban en vuelo rasante de la torre a la calle para atrapar en vuelo a los mosquitos alelados y retornar a los boquetes de la pared de la torre. Siempre me pregunté la razón de aquellos chillidos; no sabía si eran gritos de guerra entre los vencejos o de alegría por la nube de mosquitos que rodeaban el campanario de San Bartolomé; quizás fuera un modo de cháchara al igual que hacían a las puertas de sus casa mis convecinas. Había tardes-noche en las que los vencejos parecían alocados; desfilaban desordenadamente cada vez más deprisa y sus chillidos eran rápidamente más penetrantes y agudos, como pinchazos en mis tímpanos. ¿Por qué parecía que se perseguían?

Me sentaba en la acera de enfrente de San Bartolomé, cerca de una tienda que vendía tabaco, casi abocado a la calle Alta, y era imposible alejarme de la fascinación que me producía aquella loca diversión de los vencejos. Allí me quedaba pasmado, absorto y sentado, hasta que, llegada la noche, los vencejos se escondían en los huecos de los andamiajes de los muros de la torre, cercanos al campanario. Algunas palomas zuritas o torcaces también tenían en el campanario su nocturna posada.

Cuando volvía hacia mi casa en Puerta Córdoba nº2, frente al paredón, me imaginaba que podría echar a volar aprovechando aquella solitaria libertad llena de fulgor y de intimidad. Ahora a mis setenta y cinco años recuerdo aquellos viajes con los vencejos por todos los países de las ensoñaciones de mi alma. Aquellas palomas torcaces de San Bartolomé y la bandada alegre y alocada de vencejos son como pájaros alojados en mi memoria infantil que la llenan del color de la emoción. Provisto de mi tirachinas jamás se me ocurrió tensar la horquilla porque estaba seguro de la imposibilidad de acertar en la pechuguilla de algún vencejo, arquitecto de rapidísimas volutas en el aire. Ante los vencejos no cabía nada más que observar y mirar; no podía pensar en una excitación que les pudiera destruir sino en una obligada y atónita contemplación. Llegada la noche el silencio rodeaba la torre de San Bartolomé y yo bajaba desde mi puesto de acecho, cerca de la angostura que enlaza con el calle Alta, para por el empedrado acercarme a la barbería de Pablo que todavía seguía abierta. Me sentaba en el escalón del umbral, adjunto a la puerta de mi casa, y empezaba a soñar que podría algún día volar en el aire más rápido y con más agilidad que los vencejos. Estos vencejos no se parecían en nada a los colorines de las huertas con sus gorgojeos sonoros y sus tonadas, su plumaje rojizo en la pechuga y su mínimo vuelo asustadizo de junquera en junquera o de allí al olivar. Torre de San Bartolomé en verano, rodeada de los vencejos, era el contrapunto de la sosegada y calurosa paz de las huertas en el Calabazar. ¡Torre de mi infancia con su corte de agilísimos y ligeros vencejos!

(*) José Javier Rodríguez Alcaide es catedrático emérito de la Universidad de Córdoba e Hijo Predilecto de Baena.

Vencejos S Bsrtolome

BAENA EN DIBUJOS DE 1949

DIBUJOS DE BAENA DE 1949. El libro ‘Baena en la historia’, publicado en 1949 por Manuel Rodríguez Zamora y reeditado en 1997 por Aprosub, incluye una serie de dibujos de monumentos y lugares de la localidad de gran interés. Rodríguez Zamora, que fue destinado a Baena en noviembre de 1934 como maestro nacional, ejerció hasta 1950 en el grupo escolar Juan Alfonso de Baena. En la localidad conoció a su esposa, que también había sido destinada como maestra en el municipio y tuvo su escuela en la Plaza Vieja. Su preocupación por conocer la historia de Baena y acercarla a los escolares le llevó a escribir este libro, que fue premiado en el certamen convocado con motivo del primer centenario del nacimiento de Valverde y Perales en 1948. En esa primera edición ya se incluían los dibujos que incluimos, realizados por M. Cassani, R. Torres, J. Gutiérrez y F. Ávila.
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