Yo me pregunto:
¿Qué sería de la Semana Santa de Baena sin el judío? Seguro que vuestra respuesta a ese interrogante es igual que la mía.
Nuestra Semana Santa no tendría originalidad ni personalidad.
El muy querido amigo Matías Prats lo dijo bien claro aquí: “Si el pregonero de la Semana Santa de Baena no pregona especialmente a judíos y tambores, no hay tal pregón”. Y bien que lo demostró con el suyo tan lírico y emotivo. Pero, si damos marcha atrás a la máquina de nuestra memoria y de nuestros recuerdos, tendríamos que recapacitar sobre lo que decíamos al principio.
Sucedió en el antiguo Cine Coliseo Baena. Pronunciaba el pregón de Semana Santa, don Pedro Palop, un cordobés con su oratoria algo barroca pero propia de aquella lejana época. Recuerdo perfectamente que en un momento de su pregón aludió, con buena voz cantarina y excelente dicción, a ¡aquella Betania…! En ese momento llegó hasta la sala de butacas el eco inconfundible del ‘Raca ta plan, racataplan’, de un tambor.
Un judío, que al final del pregón iba a salir al escenario, templaba en el pasillo exterior su caja musical de percusión, afinando los chillones. “Que silencien ese tambor”, gritó don Pedro, con voz y gesto destemplados… Yo que era un simple bachiller, de pocas luces pero con algo de sentido común, musité en voz baja, aunque suficiente para que me oyesen los vecinos de butaca: “¿Cómo es posible que el pregonero reniegue del sonido tan musical y tan especial que emite el clásico tambor de la Semana Santa de Baena?”. Creo que todos los asistentes pensaron lo mismo, pero nadie protestó en voz alta y el pregonero siguió con su pregón como si nada hubiera ocurrido.
Don Pedro Palop, que en gloria esté, vino a Baena con un texto ya pronunciado en otros lugares y, por lo tanto, bien aprendido. Le valía para cualquier pueblo cordobés y ese fue su error. Porque la Semana Santa de Baena es distinta. Porque el judío, ataviado con casco, plumero, cola negra o blanca y un tambor muy especial, personifica la originalidad de nuestra Semana de Pasión.
Nuestra Semana Santa no tendría originalidad ni personalidad.
El muy querido amigo Matías Prats lo dijo bien claro aquí: “Si el pregonero de la Semana Santa de Baena no pregona especialmente a judíos y tambores, no hay tal pregón”. Y bien que lo demostró con el suyo tan lírico y emotivo. Pero, si damos marcha atrás a la máquina de nuestra memoria y de nuestros recuerdos, tendríamos que recapacitar sobre lo que decíamos al principio.
Sucedió en el antiguo Cine Coliseo Baena. Pronunciaba el pregón de Semana Santa, don Pedro Palop, un cordobés con su oratoria algo barroca pero propia de aquella lejana época. Recuerdo perfectamente que en un momento de su pregón aludió, con buena voz cantarina y excelente dicción, a ¡aquella Betania…! En ese momento llegó hasta la sala de butacas el eco inconfundible del ‘Raca ta plan, racataplan’, de un tambor.
Un judío, que al final del pregón iba a salir al escenario, templaba en el pasillo exterior su caja musical de percusión, afinando los chillones. “Que silencien ese tambor”, gritó don Pedro, con voz y gesto destemplados… Yo que era un simple bachiller, de pocas luces pero con algo de sentido común, musité en voz baja, aunque suficiente para que me oyesen los vecinos de butaca: “¿Cómo es posible que el pregonero reniegue del sonido tan musical y tan especial que emite el clásico tambor de la Semana Santa de Baena?”. Creo que todos los asistentes pensaron lo mismo, pero nadie protestó en voz alta y el pregonero siguió con su pregón como si nada hubiera ocurrido.
Don Pedro Palop, que en gloria esté, vino a Baena con un texto ya pronunciado en otros lugares y, por lo tanto, bien aprendido. Le valía para cualquier pueblo cordobés y ese fue su error. Porque la Semana Santa de Baena es distinta. Porque el judío, ataviado con casco, plumero, cola negra o blanca y un tambor muy especial, personifica la originalidad de nuestra Semana de Pasión.
Texto: Pregón de Manuel Piedrahita en la VII Exaltación del Judío de Baena, en 2008.
Fotografías: Archivo de José Cortés de los Ríos.
