LOS PODEROSOS DEL PUEBLO

Publicamos a continuación el comienzo del nuevo artículo de Francisco Expósito que se publicará en Cancionero a finales de septiembre. Lleva por título “Los poderosos del pueblo”.

“Se convirtieron durante décadas en los señores de Baena, quienes controlaban todo lo que se hacía en la antigua villa, capaces de decidir el futuro de muchas personas indefensas ante el poder de una minoría, no sólo político, sino también económico y social. La llegada del siglo XX refrendó un dominio casi absoluto sobre amplias capas de la sociedad. Quedaba atrás la antigua villa, pero en la ciudad su posición poco cambió. Algunos colectivos y varios intelectuales comenzaron a cuestionar este dominio. La República liberó la expresión, aunque no las ataduras de muchos baenenses que no tenían a quién recurrir para buscar su sustento y el trabajo en el campo se convertía también en una aceptación de una desigualdad. Con el franquismo, el miedo a las represalias devolvió el poder que se había cuestionado sobre todo en los años veinte y en la primera mitad de los treinta. Los poderosos del pueblo, que la mayoría de las ocasiones procedían de familias que habían sustentado su fortuna en las grandes explotaciones que habían heredado, perduraron en la primera mitad del siglo XX en las zonas rurales y Baena no sería ajena a esta situación. Controlaban todo. Impulsaban asociaciones y colectivos, muchas veces para hacer frente a otros surgidos desde las clases populares. Se posicionaron al frente de cofradías en la entonces clasista Semana Santa de la localidad. Eran capaces de eliminar cualquier reacción, ya fuera a través del control de la política local o bien del trabajo que generaban. Marcaban lo que tenían que hacer muchas familias baenenses (…).

Las clases más bajas estaban indefensas, también ante la justicia. A propósito de un incendio del 8 de julio de 1912, cuando mieses y plantaciones de olivos del cortijo de Hornerico se quemaron, fueron detenidos los trabajadores Eduardo Ordóñez Ramos, Antonio Plazas Castro y José Orejuela César. La vista se fijó para el 20 y 21 de febrero de 1914. En una hoja difundida en aquel año, firmada por la Comisión Pro Presos, se denunciaron las irregularidades que se presentaron en el proceso, como que los detenidos fueron apresados el 23 de enero de 1913, seis meses después de producirse los incendios. Aunque inicialmente reconocieron que habían sido los que prendieron fuego ante la Guardia Civil, ante el juez instructor dijeron que las deposiciones eran falsas y que así se manifestaron porque tenían miedo.

La Junta Local de Reformas Sociales, creada en 1903, pudo convertirse en un elemento importante para reducir las dificultades de la población, aunque, como escribirá Rejón Gieb, estuvo “frenada por las manipulaciones de los caciques y propietarios del término, secundados por un grupo de trabajadores, paniaguados de los anteriores”. Ante la reacción popular, una contrarreforma elitista que siempre se imponía. Entre las funciones de esta junta local se encontraba la elección de su representante en la provincial o la designación del presidente de la Junta Municipal del Censo, que podía controlar el voto en la localidad. Además, era la entidad que informaba fuera de la localidad de las estadísticas de huelga, precios, salarios o conflictividad, por lo que tenía el poder de la información. El poder era excesivo.

CONDICIONES DE ESCLAVITUD
La gravedad de la situación en la que se encontraba la mayoría de la población baenense hizo que se impulsaran algunos movimientos contestatarios, aunque los cambios no se produjeron e, incluso, se acentuó el drama de la clase obrera tras la guerra civil. Entre los colectivos que más cuestionaron esta situación estaba un grupo denominado “Los Jóvenes”, que cerca de los años veinte editó críticos manifiestos en hojas volanderas de las que han llegado a nuestros días muy pocas. Una de ellas se publicó en noviembre de 1919 y se titulaba “Al pueblo en general y a la clase capitalista en particular”. El grupo “Los Jóvenes” instaba al pueblo a levantarse ante las condiciones de auténtica esclavitud en las que se encontraba: “Pueblo trabajador, eterno esclavo de tu inconsciencia, una vez más nos dirigimos a ti para decirte que cuándo vas a darte cuenta de que tú y sólo tú eres el eje donde gira todo el engranaje social, que sin tu esfuerzo colectivo la Sociedad no tendría razón de existir (…). Ya es tiempo, pueblo, de que te aprestes a la defensa de tu dignidad de hombre escarnecido, y le digas a los que comercian con tu sudor: basta ya de tanto dolor y miseria, basta ya de sacrificios inútiles, de resignación mal entendida y peor interpretada, ya nos hemos dado cuenta de que somos los únicos que con arreglo a las leyes naturales tenemos derecho al disfrute de todos los goces de la vida, porque con nuestro esfuerzo colectivo contribuimos a crear todo lo que en la sociedad hay de bello y bueno”. El texto responsabilizaba de este estado de las cosas a los patronos, que calificaba de personas “sin conciencia”: “Sois los únicos responsables del estado que tenemos presente, que con vuestros egoísmos injustificados, sois los causantes del malestar que en todas partes se respira, que por vuestra avaricia desenfrenada, vuestra sed de oro y dominación, sois los que a la corta que a la larga nos llevaréis a la desesperación y entonces no habrá tiempo de arrepentirse, porque será llegada la hora de ajustar cuentas, y nos cobraremos con creces de tanta lágrima y dolor como por vuestra culpa ha derramado la humanidad entera” (…)”.

Muralla

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