LA GUERRA CIVIL EN BAENA, POR ARCÁNGEL BEDMAR

El historiador Arcángel Bedmar administra un interesante blog (http://arcangelbedmar.wordpress.com/) en el que ha incluido algunas de sus investigaciones sobre la guerra civil en Baena. Bajo la entrada «Hechos y perspectiva histórica de la guerra civil en Baena», Bedmar aporta en una reciente entrada nuevos testimonios tras la publicación de su libro «Baena. Roja y negra», que presentó en Baena el Grupo Amador de los Ríos. Bedmar es el investigador que ha estudiado con más profundidad lo sucedido en Baena durante ese periodo.

Incluimos a continuación el texto íntegro con las nuevas aportaciones que hace Arcángel Bedmar sobre la historia de la guerra civil en Baena:

El 28 de julio de 1936 se produjo en Baena uno de los hechos más trágicos de la guerra civil en la provincia de Córdoba, con cientos de víctimas. La entrada de una columna militar sublevada, al mando del coronel Eduardo Sáenz de Buruaga, originó una matanza en las calles y en el Paseo que tuvo como respuesta el asesinato de los presos que los republicanos mantenían como rehenes en el convento de San Francisco. En noviembre de 2008 publiqué un libro, ya agotado, que se centraba en estos hechos: Baena roja y negra. Guerra civil y represión (1936-1943). Para comprender lo que narro a continuación es necesaria su lectura previa o al menos del texto de la conferencia que pronuncié el 8 de marzo de 2012, en las II Jornadas “Historia de Baena y su entorno” organizadas por el CEP Priego-Montilla, titulada “Hechos y perspectiva histórica de la guerra civil en Baena”, que reproduzco aquí en formato pdf:

http://arcangelbedmar.files.wordpress.com/2013/07/conferencia-baena-2012.pdf

Uno de los objetivos de cualquier dictadura es la manipulación del pasado en beneficio de sus propios intereses. En consecuencia, la dictadura franquista nos transmitió una historia de la guerra civil en la que se aireaban los crímenes republicanos y se silenciaba la represión cometida por sus adeptos. La ocultación de la violencia de los golpistas y el expurgue y destrucción que sufrieron muchos archivos de documentos “comprometedores” obligan, por tanto, a utilizar el testimonio oral como una de las fuentes primarias para reconstruir aquellos terribles años. Los testimonios de los testigos, de las víctimas y de sus descendientes nos han permitido acercarnos a bastantes manifestaciones de la represión (detenciones, abusos sexuales, suicidios, condiciones carcelarias, expolio de bienes, torturas y un largo etcétera) que no aparecen en los documentos escritos. Con frecuencia, los testimonios orales que llegan a un investigador se producen después de que el libro se haya publicado, así que no pueden ser incluidos en él hasta futuras ediciones. Tras la publicación del libro de Baena recibí múltiples testimonios a través, fundamentalmente, de mensajes de correo electrónico. Por desgracia, un problema informático motivó que perdiera una buena parte, y además la dirección de contacto de correo electrónico que aparece en el libro no funciona porque el servidor ya no existe (la actual es arcangelbedmar@hotmail.com). Aun así, pude conservar algunos de ellos.

Antonio Ramírez de las Morenas, como víctima y testigo de los hechos que narraba en el libro, me envió desde Barcelona un largo testimonio, muy valioso y detallado, una auténtica joya para un historiador. Siendo niño presenció, junto a su hermano Rafael y a su madre, cómo los falangistas y la Guardia Civil entraron en su domicilio en Baena y al ver dos retratos de los militares Fermín Galán y García Hernández (fusilados por su implicación en la intentona republicana de 1930) obligaron a la dueña de la casa, su abuela, que estaba semiparalítica, a que se los comiera. Me informó también de que la edad de su padre José Ramírez Melendo, cuyo retrato aparece en mi libro, cuando fue asesinado el 28 de julio en el Paseo era de 44 años y no de 54, con lo que existe una equivocación en el Registro Civil. Además, su tío Francisco de las Morenas Molina murió fusilado el 28 o 29 de julio y no aparece inscrito en el Registro Civil, al igual que ocurre con su primo Antonio de las Morenas Lara, fallecido en el frente. Otro tío, hermano de su padre, Andrés Ramírez Melendo, de 41 años, era cabo de la guardia municipal. Al encontrarse enfermo, no se reintegró al servicio hasta el día 31. Al presentarse, el teniente Pascual Sánchez Ramírez le ordenó que volviera a su casa y se pusiera el uniforme. Cuando regresó, le pegó un tiro sin mediar palabra (de acuerdo con el testimonio que le trasmitió a su viuda José Ávalo, testigo del hecho, que no pudo hacer nada para evitar su muerte). Su tía Victoria de las Morenas Molina sufrió escarnio público, pues le raparon el pelo y la obligaron a tomar aceite de ricino. Su delito había sido enarbolar la bandera republicana en una manifestación tras la victoria del Frente Popular en las elecciones. Antes, le habían fusilado el 29 de julio de 1936 a su hijo Francisco Pérez de las Morenas, de 26 años, tampoco inscrito en el Registro Civil.

La madre de nuestro informante, Carmen de las Morenas Molina, tras el asesinato de su marido José Rodríguez Melendo, quedó al cuidado de sus tres hijos menores (los dos mayores, Vicente y Francisco Rodríguez de las Morenas huyeron a zona republicana y se alistaron como soldados). Para poder subsistir, trabajó de limpiadora por la mañana en el café El Ideal, donde iban los piquetes después de los fusilamientos a emborracharse y escenificar lo que acababan de ejecutar. La dueña del bar, al percatarse de la situación, se apiadó de ella y cuando llegaban los matarifes la entraba a las estancias interiores. Cuando terminó la guerra, regresaron sus dos hijos mayores, Vicente y Francisco. Vicente estuvo preso en un campo de concentración en Alicante. Francisco regresó con una herida de bala en la cabeza. Las curas las recibió en su casa, pues un practicante amigo, por temor a que lo detuvieran, le recomendó que no fuera a la Casa de Socorro. Había huido de Baena el 18 de julio, tras haber estado buscando en el cementerio el cuerpo de su padre entre la pila de cadáveres carbonizados y recibir la noticia de que habían matado a toda su familia. Tenía 14 años en 1936, así que mintió sobre su edad para conseguir servir en el cuerpo de carabineros de la República. Antonio Ramírez de las Morenas señaló también que a pesar de que yo recojo en el libro un informe del comandante militar que calificaba la escuela del maestro Pavón Gónzález como “anti-patriota y anti-religiosa e inmoral”, este maestro era “muy querido y preciado entre los jóvenes de Baena, se dedicaba a enseñar a leer y escribir y las cuatro reglas lo más correctamente posible. Las clases las daba en su casa a última hora de la tarde para que pudieran asistir los jóvenes después de su jornada laboral, y por lo visto su labor fue muy efectiva”. En contraposición me cita al maestro Fernando de la Torre, apodado “El Carlista”, que sacó a los niños a la calle para pedir el fusilamiento del líder anarquista José Joaquín Gómez Tienda “El Transío”, que fue ejecutado en junio de 1939.

Mariano Ortega Bazuelo, bisnieto del fusilado Antonio Bazuelo Alarcón, a través del testimonio que a lo largo de su vida le legó su tía abuela Rosario Vallejo Amo, realiza unas aportaciones muy interesantes sobre la muerte de su bisabuela Rafaela Amo Arrabal (madre de Rosario) y de varios de sus familiares. Vivían en una calle que desembocaba en la calle Tinte desde la calle Cantarerías de la Fuente de Baena. Era la primera zona por la que entraron las tropas de la columna del coronel Sáenz de Buruaga. Al escuchar los disparos huyeron a resguardarse en una casa de la calle Llaneta. En el camino hacia la casa mataron a Félix Vallejo Amo, hijo de Rafaela, y junto a un pairón cercano a la calle Llaneta a la propia Rafaela Amo, que llevaba en brazos a su hija menor de tan solo unos meses, Concha. A la casa consiguieron llegar el marido de Rafaela (Manuel Vallejo), la hija mayor, Rosario, de 20 años, que llevaba en sus brazos a otra hermana de cerca de dos años, y el resto de los hermanos (menos uno, Manolo). Estuvieron todos refugiados durante unas horas, hasta que amainaron los disparos. Entonces pudieron salir y rescatar a Concha, que se encontraba en el suelo al lado del cadáver de su madre y que a consecuencia de la caída quedó sorda de un oído. Vovieron a refugiarse en la casa de la calle Llaneta, pero las otras personas que estaban allí escondidas temían que los lloros continuos de la niña los delatara a todos, por lo que tuvieron que regresar de nuevo a su casa. Allí habían quedado los padres de Manuel Vallejo, que al ser ancianos no habían podido huir y se habían escondido en una cueva al final del patio, donde los hallaron muertos de un tiro en la cabeza. La casa se la encontraron saqueada.

A otro hijo de Rafaela, Manolo Vallejo Amo, lo apresaron aquel día, al igual que a otros cientos de vecinos. Su hermana Rosario se dirigió pidió ayuda al señorito con el que trabajaba de criada para que intercediera por él. Se dirigieron a la cárcel y al que sacaron fue a su tío Francisco Vallejo Amo, de iguales apellidos. Ella tuvo que decir que él no era a quien buscaban. Liberaron entonces al hermano, al que le dieron el pañuelo sellado que lo avalaba. A lo largo de su vida, Rosario “se justificaba una y otra vez al contarlo con lágrimas en los ojos, pues tuvo que condenar a su tío para salvar a su hermano, pero no podía hacer otra cosa, el señorito sólo había intercedido por uno”. A este Francisco Vallejo Amo lo cito en mi libro como hijo de Rafaela, aunque en realidad era hermano de su marido. Para colmo de males, también cayó asesinado un hermano de Rafaela, José. Aquel día, 28 de julio, el cadáver de Rafaela lo retiraron del medio de la calle “como si fuera un perro” y allí permaneció hasta que lo llevaron al cementerio.

José Alba Gálvez, desde Vélez Málaga, me mandó copia de unos documentos relativos al proceso judicial de su padre, José Alba Rosales, fallecido en 1987. Está incluido en la lista de las 206 personas de las que, según la correspondencia municipal, a partir de 1938 los jueces militares solicitaron informes. Esta circunstancia se producía, generalmente, cuando los afectados permanecían encarcelados, pero al no tener la certeza absoluta de que lo estuvieran decidí crear esta lista aparte, distinta de la de prisioneros. En su carta, José Alba Gálvez me señala que la historia de su padre en su casa era un “tema tabú”, “del que no se hablaba”, hasta la aprobación de la Ley 37/1984, que reconocía derechos y servicios prestados a quienes durante la guerra civil habían sido miembros de las fuerzas armadas republicanas. Con el testimonio de su padre y la búsqueda de documentación supieron que había sido militante de la CNT, soldado republicano desde agosto de 1936 y miembro del XIV Cuerpo del Ejército Guerrillero, conocido popularmente como “Niños de la Noche”. En el segundo semestre de 1938 ingresó en la Escuela Popular de Guerra de Paterna y alcanzó el grado de teniente. Prestó servicios a partir de entonces en Valencia, y una de sus últimas misiones fue escoltar al Gobierno hasta Cartagena para exiliarse. Al acabar la guerra lo encarcelaron en Valencia, pero pudo huir y regresó a Baena andando o como polizón en trenes. Intentó pasar desapercibido hasta que lo detuvo la Guardia Civil debido a una posible delación de un excompañero de Valenzuela. Tras ser juzgado, lo condenaron en octubre de 1939 a reclusión perpetua, una pena conmutada por 20 años de reclusión en 1943, y fue indultado en marzo de 1948. Durante esos años sufrió prisión en Castro del Río, Córdoba, El Puerto de Santa María, Barbastro y en un destacamento penal en Noales (Huesca), de donde salió en libertad condicional en julio de 1943.

Manuel Padillo Moreno, residente en Valencia, me llamó para contarme que también entre la lista de las 206 personas de las que los jueces pedían informes aparecían su padre Mariano Padillo Pavón y su tío Miguel, pero la burocracia franquista erró en su edad y en su identificación, ya que los denomina Juan y Francisco. Mariano, de 26 años, huyó de Baena con su mujer, sus tres hijos, su madre y sus hermanos y se refugió en Castro del Río. Junto a sus hermanos Miguel y José, todos anarquistas, se alistó en el Ejército republicano (otro hermano, Domingo, aún era muy pequeño). Mariano cayó preso de los franquistas y lo internaron en el campo de concentración de prisioneros de guerra de Miranda de Ebro (Burgos), de donde consiguió escapar y reintegrarse en las filas republicanas. Tras la huida, volvió a encontrarse con su familia, a la que trasladó a Valencia y luego a Alcoy (Alicante). Cuando a finales de enero de 1939 se produjo la caída de Barcelona y la consiguiente desbanda hacia Francia de cientos de miles de personas, Mariano cruzó la frontera y fue internado en un campo de concentración, mientras su hermano José, con el que había compartido unidad militar, decidió quedarse en España (fue fusilado en Baena el 22 de junio de 1939). El Gobierno francés ofreció a los antiguos combatientes republicanos que permanecieron en Francia enrolarse en Batallones de Marcha (tropas auxiliares del ejército galo), en las Compañías de Trabajadores Extranjeros –unidades militarizadas de unos 250 hombres mandadas por oficiales franceses– en las que se debían encuadrar obligatoriamente todos los varones de entre 20 y 48 años y que llegaron a acoger a 80.000 españoles, o en la Legión Extranjera, que es donde se alista Mariano. Fue trasladado a Casablanca (Maruecos) y luchó a favor de los aliados durante la II Guerra Mundial. Al acabar la guerra, permaneció en el exilio en Francia toda su vida.

Miguel Ángel Lara, desde L´Hospitalet de Llobregat (Barcelona) me envió, junto a un mensaje animoso y cordial, la foto de su abuelo, el campesino Miguel González Jiménez, fusilado el 26 de agosto de 1939 en Baena. Me informó también de que su viuda, María Moyano Luque, falleció a los pocos meses por la explosión de una mina en el campo.

Desde Madrid, una extensa y emotiva carta de Mari Carmen Priego Benito, llena de sentimientos y recuerdos, me permitió conocer los detalles de la vida de los familiares de su abuelo, Felipe Priego Jiménez “El Pecadero” (págs. 355-356), de 29 años y de ideología socialista, tras su fusilamiento el 22 de junio de 1939 en Baena. Su viuda, Guadalupe Valenzuela García, sufrió el expolio de sus bienes (dinero, joyas, cubertería de plata), pues era una familia acomodada. Murió en 1945, y los tres hijos huérfanos (Cecilia, Manuel y Ana) hubieron de quedar al cargo de sus tíos en una época de calamidades y miserias.

El profesor de la Universidad de Córdoba José Javier Rodríguez Alcaide, además de escribirme unas reflexiones muy interesantes sobre los recuerdos y la historia, me informó de un bombardeo, del que hasta entonces no teníamos noticias, que debió ocurrir sobre el 4 de octubre de 1937 y que afectó a la cárcel de la Plaza Vieja (hoy Francisco Salto) y a algunas casas de la calle Tinte. Asimismo, corrigió el segunda apellido de su madre, la maestra María Alcaide Pedrajas (pág. 98), a quien la documentación que consulté cita como Pedrazas.

En el libro cometí un error imperdonable en la identificación de una persona que aparece en la fotografía como asistente a la misa celebrada en Baena el 20 de noviembre de 1974 en “sufragio de José Antonio y de los Caídos por Dios y por España”. Fernando Campos Cisneros, en una amable llamada telefónica, me advirtió que él no salía en esa fotografía. Además, la parroquia que aparece es la de Nuestra Señora de Guadalupe, no Santa María la Mayor.

Tras la edición de mi libro de Baena, otras publicaciones históricas han aportado nuevos datos que han completado la información sobre la guerra y la represión en el pueblo. Por ejemplo, en el libro La depuración de la enseñanza pública cordobesa a raíz de la guerra civil (http://www.editorialelparamo.com/tienda/memoria-historica/35-depuracion-de-la-ensenanza-publica-a-raiz-de-la-guerra-civil.html), su autor Manuel Morente Díaz señala que de los 814 maestros que había en activo en la provincia de Córdoba, 205 sufrieron imputación de diversos cargos por la Comisión Depuradora del Magisterio Nacional y 143 resultaron definitivamente sancionados. Entre ellos se encontraba Carmen Morales Durán (pág. 382), sometida a expediente depurador por “tener tendencia política izquierdista” y sancionada con traslado fuera de la localidad de Cabra. Para ello, la Comisión depuradora tuvo muy en cuenta, aunque no lo explicitó en los cargos, que su esposo (al que no se cita y que pudiera ser Antonio de los Ríos Urbano) había sido alcalde socialista de Baena.

Un libro fundamental para completar la historia de Baena ha sido Trabajadores andaluces muertos y desaparecidos del Ejército Republicano (1936-1939) (http://www.todoslosnombres.org/php/generica.php?enlace=muestranoticia&idnoticia=2356), de José Mª García Márquez. Gracias a él he podido ampliar la relación de los 20 soldados republicanos de Baena fallecidos en los frentes de guerra, que se recogía en el anexo 12 de mi libro y que en su momento advertí que era una cifra mínima debido a las dificultades que las familias tenían para inscribirlos en el Registro Civil. La nueva lista con 39 soldados fallecidos, 11 desaparecidos y 11 incapacitados se puede consultar en este archivo en formato pdf:

http://arcangelbedmar.files.wordpress.com/2013/07/soldados-republicanos-baena.pdf

Otro libro de José Mª García Márquez, Las víctimas de la represión militar en la provincia de Sevilla (1936-1963), en su página 664 nos ha permitido conocer que Cayetano Peña Albendín, un hortelano de 42 años condenado a reclusión perpetua, falleció en la Prisión Provincial de Sevilla el 15 de septiembre de 1941. Se eleva por tanto a 18 los vecinos de Baena muertos en prisiones o batallones de trabajadores.

Siguiendo con el tema de las víctimas mortales, el artículo “Los bombardeos de Baena y Cabra en otoño de 1938”, de Julio R. Fernández García, publicado en la revista de historia y actualidad militar Ares, utiliza nuevas fuentes de investigación militar y hace una aportación muy detallada del bombardeo del 28 de octubre de 1938. [Este artículo se puede descargar desde el portal del Centro de Documentación Juan Alfonso de Baena:
http://www.juanalfonsodebaena.org/uploads/JULIO_FERNANDEZ/Revista_Ares_bombardeos_Baena_y_Cabra_WEB.pdf]

El bombardeo se realizó a las 9.55 horas de la mañana, y no a las 8,30 como indiqué en mi libro. Pero no soy yo quien cometí el error, sino la documentación administrativa franquista que me sirvió de fuente. Los bombardeos republicanos sobre Baena ocasionaron siete víctimas mortales más de las que yo señalé, que fallecieron en el hospital de Agudos de Córdoba y están inscritas en el Registro Civil de la ciudad. Su identidad aparece en la página web La guerra civil en Córdoba, de Patricio Hidalgo Luque. Por el bombardeo del 27 de mayo de 1937 fallecieron en el hospital de Agudos de Córdoba Sierra Romero Mena (de 40 años) y sus hijos Dulcenombre (3 años) y José María (dos meses) Baena Romero; y por el del 28 de octubre de 1938 Francisco López Ortega (35 años), Francisco Ortega Piernagorda (53 años), Antonio Ramos Montes (35 años) y Antonio Fernández Camacho (80 años).

Joaquín Gil Honduvilla, comandante auditor del cuerpo jurídico militar, en su libro Militares y sublevación. Córdoba y provincia 1936 dedica un apartado muy amplio y detallado a la guerra en Baena (págs. 131-164). Aunque me cita en la bibliografía, el autor no tiene en cuenta mis investigaciones a la hora de realizar el seguimiento de los hechos o de contabilizar las víctimas (con lo que sus cifras quedan desfasadas o reproducen los errores que en su momento cometió la burocracia franquista).

El día 31 de julio de 1936 el teniente Pascual Sánchez Ramírez organizó una columna de apoyo con víveres y municiones a la guardia civil de Luque, que se había sublevado el día 18, había apresado a algunos obreros y dominaba la localidad. Sabemos que en Luque el teniente repitió la misma táctica represiva que había usado en Baena. Ordenó sacar a los presos que la Guardia Civil tenía en su poder desde el día 18 y los fusiló en la plaza del pueblo. En la página 20 del libro Memorias de un luqueño. La vida de Ángel Marchena se relata este hecho. Ángel Marchena tenía 11 años entonces. A pesar de su corta edad, había sido apresado en venganza por la huida de su padre a zona republicana y en la cárcel veía como “sacaban gente que no volvía”. La llegada del teniente a la cárcel de Luque, donde él se encontraba prisionero, la narra de la siguiente manera:

“Vimos que entraba el teniente de la Guardia Civil de Baena, Pascual Sánchez creo que se llamaba… y con una pistola ametralladora nos amenazaba gritando que nos iba a matar a todos. Recuerdo que con una voz ronca decía: Esta mañana he matado a doscientos y ahora a los que aquí estáis… Pero gracias a las mujeres de los guardias civiles de Luque que se hincaron de rodillas ante el criminal del teniente nos salvamos… pero aquel asesino había venido a matar y no se conformó, así que ordenó que sacaran a unos pocos. Desde aquella noche volvieron a repetir la operación cada dos o tres semanas y, en cada una de las sacas se llevaban a u ocho o diez personas… No recuerdo los nombres de aquellos hombres, pero todavía hoy tengo muy presentes sus caras”.

Por último, las víctimas ocasionadas por la represión franquista en Baena siguen aumentando debido a la aparición de nuevas fuentes escritas y orales. Para poder conocer la identidad y el número de víctimas de la represión franquista existen muchas lagunas en los registros civiles y otras fuentes de documentación, pues muchos fusilados no se inscribieron nunca por varias razones o se anotaron falseando la causa de la muerte, un fenómeno de ocultación que se dio en toda España y que supuso que en muchas zonas sólo se inscribiera una mínima parte de los asesinados. El libro antes nombrado de Trabajadores andaluces muertos y desaparecidos del Ejército Republicano (1936-1939), de José Mª García Márquez, recoge el nombre de doce varones que fallecieron en Baena en julio y agosto de 1936. Sus nombres son los siguientes: Flores Vidas, José, CNT, 31 años, chófer, 28 de julio; García Díaz, Francisco, CNT, 30 años, jornalero, 8 de agosto; García López, José, UGT, 24 años, campesino, 28 de julio; Jiménez Cubillo, Francisco, PSOE, albañil, 4 de agosto; López Cruz, Antonio, CNT, 24 años, campesino, 5 de agosto; Martínez González, Diego, CNT, campesino, 24 de julio; Pavón Muñoz, Francisco, CNT, 46 años, campesino, 25 de julio; Piernagorda Romero, Joaquín, CNT, zapatero, 18 años, 28 de julio; Raes Diosdado, Juan, CNT, campesino, 5 de agosto; Rosales Ortega, Rafael, CNT, 27 años, campesino, 29 de julio; Tapia Rodríguez, Antonio, CNT, 19 años, campesino, 28 de julio; Vizcaíno Ramos, Eugenio, CNT, 19 años, barbero, 29 de julio.

Los testimonios orales nos han transmitido otros cinco nombres más: Francisco de las Morenas Molina, Joaquín Hornero Muñoz, el labrador Alfredo Cubas, un varón de apellido Vallejo, de más de 60 años, y una mujer de apellido Amo, de más de 60 años. A partir de estos nuevos datos, aportamos a continuación una tabla actualizada de las víctimas de la represión en Baena y una tabla comparativa de víctimas de la represión en la guerra civil española:

http://arcangelbedmar.files.wordpress.com/2013/07/tabla-vc3adctimas-baena.jpg

En su blog, Arcángel Bedmar aporta otros enlaces de interés que incluimos:
http://www.enluque.es/paginas/historia/guerra-civil/tragedia-baena.htm

Arcangel Bedmar

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