EN TIEMPO DE COSECHA

Dedicado a Juan Fernández Pastor

A ti, que te sientes perdido
en tu bosque de olivos
San Bartolomé te ofrece
su sagrado respiro.

Más que temer la soledad divina
se debe amar el silencio de Cristo
bajo el disfraz de aceituna
de tu alma escindida.

Deambulas por multitud de olivos.
Deberías dejar de estar entristecido
pues en San Bartolomé se reconstruye
lo que el sol de mayo había destruido.

En ese templo los ocres campos de trigo
sé hermanan con el cielo generoso
que alimenta de lluvia a Baena
como maná donado por la gracia
en otoño.

En San Bartolomé no tendrás
horizonte perdido,
hallarás explicación al camino,
encontrarás la luz que oriente
tu sentido.

La gracia mueve como el viento
la trama del olivo
y tus ejércitos de trigo
para alegrar tu temeroso espíritu.

José Javier Rodríguez Alcaide

En tiempo de cosecha

CRÓNICA BREVE DE UNA CONFERENCIA

Por José Javier Rodríguez Alcaide

Anoche ante las sombras de Juan Alfonso y del santo de Henares se enlazaron de mi niñez la aceituna y la espiga bajo las tenues luces que desde el Coso imploraban al cielo,como ambarinas lenguas,mi deseo de retornar a mi infancia en Baena.
Ansiaba que los arqueros que en las almenas de la torre custodiaban a Gonzalo dejaran descuidadas sus aljabas para poder liberarlo de la jaula donde lo tenía apresado el de Baena, Cabra y Sessa.

Acababa de rociar de agua la plaza el firmamento y nosotros hicimos cauce cumplido a don Manuel Nieto para que nos contara sin cuentos la razón del apresamiento de don Gonzalo Fernández durante aquel cuatrienio y al fuero de Cabra su sometimiento.

La sala del Amador de los Ríos repleta de oídos estaba cuando se hizo el silencio y don Manuel relató las rencillas de los de Aguilar por unas lindes y unas rentas,por unas alcuzas de aceite y unos azumbres de anís, que llevaron al hijo del Señor de Baena aherrojado a la torre de Belén y luego, como revancha, a don Gonzalo, joven enjaulado, mayor pero sin voz, a la torre del castillo de Baena, ese capitán que solo era guerrera y joven promesa para la Reina.

Me imaginé a Gonzalo entre espadas y linternas,junto a la del Carpio, guardado por escudos y adargas desde Santaella a Baena marcando los del señor de Cabra vientos de guerra. Cuántas trompetas de triunfo sonaron cuando la jaula estuvo llena. No me lo supo decir el conferenciante pero seguro estoy que en la torre guardaba el Gran Capitán su oscura belleza.

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MANUEL NIETO CUMPLIDO REIVINDICA EL NOMBRE DE BAENA EN LA BIOGRAFÍA DE EL GRAN CAPITÁN

No decepcionó el historiador Manuel Nieto Cumplido en su conferencia sobre los años en los que Gonzalo Fernández de Córdoba, más tarde conocido como El Gran Capitán, estuvo encarcelado en una jaula del castillo de Baena. Nieto Cumplido reivindicó el nombre de Baena en la biografía de El Gran Capitán, rechazó que en una novela histórica de Calvo Poyato se vinculara estos años de prisión a Cabra, y descartó que el militar montillano hubiera tenido una relación sentimental con la reina Isabel la Católica, como se hacía ver en la serie Isabel, de RTVE. El canónigo de la Mezquita-Catedral de Córdoba, gran conocedor del Cancionero de Baena, reivindicó el nombre de Ituci, Castro el Viejo o Torre de las Vírgenes para referirse al yacimiento ahora conocido como Torreparedones.

La conferencia, organizada por el Grupo Amador de los Ríos, se centró en los años que transcurren de 1474 a 1478, que coinciden con la prisión de El Gran Capitán a manos de su primo, el Conde de Cabra, Diego Fernández de Córdoba. Hasta que no intermedió la Reina Isabel, Fernández de Córdoba estuvo preso al no abonar el rescate que le solicitaba Diego Fernández de Córdoba.

Los interesados en conocer esta etapa de la vida de El Gran Capitán pueden hacerlo a través del libro “Infancia y juventud del Gran Capitán (1453-1481)”, de Manuel Nieto Cumplido, que ha sido editado por la Diputación de Córdoba en 2015.

Desde el Grupo Amador de los Ríos agradecemos la presencia de las numerosas personas que acudieron a la Casa de la Cultura y que llenaron el salón de actos.

Conferencia Nieto 2

Conferencia Nieto 1

UN MUSEO PARA LA OBRA DE PACO ARIZA

Por José Javier Rodríguez Alcaide

A los concejales del Ayuntamiento de Baena

La obra de Paco Ariza es amor,cosmos, materia viva y no inerte.
Mayúsculas cerámicas, colofón de aceros inoxidables.

Los baenenses no debiéramos dejar que fuera hoja de otoño que el viento arrastre hasta el olvido.

Para Baena no es su vida una errata en sesión capitular del Consistorio sino luz y ocres ,azules y verde olivo,tambor diamantino.

El viento de nuestro olvido no puede borrar las huellas de su regreso a la Almedina.

No puede un pájaro agónico posarse ante el viento que haga crujir el bronce de sus olivos en el llano de Guadalupe.

No puede dejar el Ayuntamiento que su obra en Baena devenga en halo verdoso de ruina.

Museo para P Ariza

“EL GRAN CAPITÁN, EL PRESO MÁS FAMOSO DE BAENA”

CONFERENCIA DE MANUEL NIETO CUMPLIDO:
“EL GRAN CAPITÁN, EL PRESO MÁS FAMOSO DE BAENA”

Cuenta la leyenda que el Rey Boabdil durmió sus huesos en el castillo de Baena.
La historia narra que Gonzalo Fernández de Córdoba, luego conocido como El Gran Capitán, pasó más de tres años preso en la fortaleza de Baena.
Si quieres conocer su historia, ven a la Casa de la Cultura de Baena.

SÁBADO, 21 DE NOVIEMBRE DE 2015.
20.00 HORAS.
GRUPO CULTURAL AMADOR DE LOS RÍOS

 

Conferencia Nieto C

LA TERMA ROMANA DE MARCO CALPURNIO

Por José Javier Rodríguez Alcaide (*)

«A 17 kilómetros de Baena, dominando la carretera que conduce a Bujalance, se encuentran unas ruinas llamadas Piedras de Gilica, que son los restos de un fuerte avanzado de la colonia inmune de Ituci, que llegaba hasta un kilómetro más al norte y cuyo lugar se conoce hoy con el nombre de Torres de las Vírgenes».
Acoto estas líneas de la obra de Manuel Rodríguez Zamora, mi padre, titulada «Baena en la Historia», impresa en 1949 e ilustrada por Cassani, Torres, Gutiérrez y Ávila y estructurada como lecturas escolares. Estas líneas entresacadas del capítulo tercero «Roma en los confines de Baena» han sido leídas y releídas por mi desde aquella su primera lectura cuando yo estudiaba bachillerato en el colegio de los jesuitas en la calle Mesones. Siempre me impresionó la Torre de las Vírgenes. Ahora, mucho más, al dejar al descubierto unas termas bajo sus muros.

En mi niñez jamás mi imaginario me condujo a la que hoy es Torreparedones y, aún menos, a la serenidad de un baño romano circular bajo aquellos torreones, adjudicado a Marco CALPURNIO. Hoy empiezo a soñar en la obra hidráulica que pudo conducir el agua a tan elevado promontorio.

He vuelto a aquella infantil lectura en la reimpresión que de aquel texto escolar se hizo en 1997 por el Centro Ocupacional Emilia Gieb, de Baena y en Aprosub con la ayuda financiera de la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de mi pueblo. Conservo un ejemplar dedicado por el autor que es un claro mandato de darlo a leer a sus nietos.

La terma se esconde fría y desnuda, arrugada, bajo lo que queda, remozado, de aquellos excelsos muros. La terma, hoy, es aderezo lapidario y oculto de aquellas caducas soberbias de sus desaparecidas almenas, que la garra colérica del tiempo ha ido, poco a poco, derrumbando.

Hermosa oculta terma, nada ruin ni turbia, recuerdo del esplendor de Ituci Virtus Julia, que ha estado cubierta por el cortinaje de olivos con sus verduras y que antes fuera arcano bosque de penumbras.

¡Oh Terma! ¿De qué fuente y de qué nieve te llegaba el agua que invitaba al goce en la tórrida noche del verano de Baena?

La terma de Marco Calpurnio ya no es concavidad tenebrosa, ni cueva o gruta, ni espelunca.

(*) Hijo predilecto de Baena

Terna romana

MI VIDA DE NIÑO EN BAENA

Por José Javier Rodríguez Alcaide (*)

Espero disfrutar en breve plazo de la historia de Baena,mi pueblo, escrita por Francisco Expósito. Es un relato de hechos y personajes que singulariza la primera mitad del siglo pasado baenense. Me interesa porque justamente salí definitivamente de Baena en julio de 1950 tras ver su primera luz en marzo de 1938 y también porque mis padres, maestros nacionales,llegaron a Baena en 1932,allí se conocieron,se casaron en enero de 1937 y me concibieron en plena guerra civil.

Recuerdo mi casa en calle Puerta de Córdoba número 2, su cocina de hierro y de carbón, su alacena en la que rompían filas ventrudas damajuanas para aceite de oliva, botellones marrones de droguerías para lacradas, embotellar conservas de tomates de las huertas del arroyo Marbella, bombonas de cristal recubiertas de pajas protectoras y la desagradable botella de agua de Carabaña cuyo contenido me daba a beber mi madre para purgar mis atascos intestinales. Aquella alacena siempre estaba arreglada, limpia y ordenada; se notaba la mano de la sirvienta pulcra. Recordaré siempre sobre el fogón de carbón un puchero de barro hirviendo con su glu glu al salir de la escuela, que estaba en mi casa y yo pasaba al comedor al salir del aula.

En esa casa no había perros sino gatos para cazar los ratones que accedían desde el patio posterior donde mis padres criaban gallinas y cerdos. Yo esperaba con satisfacción el regreso de los cerdos desde el Concejo, el picoteo de las gallinas, incesante, sobre la tierra del corral, los cerdos que hozaban para comer el afrecho en las artesas y gruñían desesperados de un lado a otro en espera del alimento. No había burros en mi casa pero sí mulos en la de Santos que vivía frente a la mía y junto a la de Rosario Trillo. El patio de aquella casa sería hoy granja familiar ecológica de pollos y puercos. Desde allí se podían contemplar campos de vides y olivos pero jamás verdes praderas, bosques frondosos, macizos de flores porque las tierras de Baena son ocres, calizas y ásperas.
Ahora que finaliza noviembre recuerdo la matanza de los dos cerdos sobre el suelo emporlado del patio de mi casa, la romana para pesarlos, el degüello doloroso, la sangre roja a borbotones sobre el lebrillo, la mano batiente para que la sangre no fibrilara, el agua hirviendo en el caldero, la chamusquina de los pelos del pobre marrano y el húmedo vapor que surgía de las tripas tras abrirle en canal y como conjunto coral el gorgojeo de las gallinas en espera de algo nuevo y suculento que no iba a ser solo desperdicios de pan, resto de coles no arrojadas al pudridero.

Y el gato romano con su rabo levantado, que daba vueltas alrededor de la artesa en espera del pitraco, corría de un lado para otro perseguido por mi hermana que lo zapeaba con fingida furia.

Esa era parte de la vida de mi familia en las postrimerías de la década de los años cuarenta del siglo pasado, humilde. Rodeado vivía de libros en la biblioteca de mi padre y de gallinas y puercos en los toscos patios traseros de aquella casa larga y estrecha. Los cerdos y gallinas no sólo completaban el sueldo de los dos maestros de escuela y añadían proteínas a nuestro juvenil sustento sino que dignificaban y purificaban mi niñez al entrar en cercano contacto con sus vivas naturalezas.
Cuando dejé Baena me despedí tristemente de la viveza que aquellos animales daban a mi existencia. Allí fui niño feliz de pantalón corto, sabañones durante la matanza y cabrillas en mis piernas.
Yo espero leer qué me cuenta Paco Expósito en su libro. ¿Qué sucedió al final de los años cuarenta en Baena?

(*) Hijo predilecto de Baena.

Mi vida de niño